Columpios hasta el cielo.
Cosquillas en la panza.
Y un padre al que no veo,
porque está atrás y me empuja
para que siga volando.
¡Más, más!
pido en un grito entrecortado
porque la cosquilla se convierte
en calambre
y el aire casi no puede salir.
Quisiera
que no terminara nunca
este balanceo
que me aleja
de aquella muerte
que se lleva de sus camas
a madres y abuelos.
Aquí estoy segura.
Jamás podría pasarme nada...
excepto que salga disparada.
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