“Nadie se compara a ti”, dice
ella
mientras las sombras en el
campo
al costado de la ruta
se extienden hasta perderse.
No hay nubes en el cielo
las manchas oscuras
por lo tanto
son otra cosa
ella repite, con ojos de
desamparo:
“Nadie se compara a ti”
Esquivando su mirada, descubro
al otro lado de la ruta, las
barrancas
contra las que choca mi vista
tan lejos de la cordillera, tan
cerca del mar.
Y las sombras del miedo
OK. Nadie se compara a mí. Te
creo.
Salgamos entonces del camino
y entremos en las sombras.
Quizás desde adentro
la oscuridad
no asuste tanto.
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