Cómo quisiera que volviera
ese sábado a la tarde en La Plata,
en que el tiempo parecía
estarse quieto.
No sé si sería la humedad,
la casi niebla,
o que yo me sentía tan a salvo
a pesar de todo.
Un ratito de quietud en el alma
es lo que necesito
para que las alas que me rozan
no sean de muerte
sino de ángeles.